Los dos entrenadores de los dos principales clubes del país galo son dos gijoneses a los que les tocará gestionar proyectos diferentes pero con grandes ambiciones
“Dos asturianos de Gijón entrenando uno al psg y otro al Marsella. ¡Quién nos lo iba a decir!”. La estupefacción exhibida por Marcelino durante su presentación como nuevo entrenador del Olympique de Marsella (OM) resultó perfectamente comprensible. Dos gijoneses, el propio Marcelino y Luis Enrique (PSG) dirigirán los principales equipos del campeonato francés, donde les separa un abismo económico tan grande como la distancia que separa a Oviedo, cuna del presidente del OM, Pablo Longoria, de Doha, donde nació Al -Khelafi, presidente de los parisinos en calidad de apoderado en el Parque de los Príncipes del muy rico y aún más derrochador emir de Qatar.
Si el Marsella observa con envidia el hipervitaminado músculo financiero del PSG, desde Paris salivan por colocar en sus showcases “esa copa tan linda y deseada” (Palabra de Messi) de la que puede presumir OM desde 1995: la Champions.
Ese viejo anhelo ha convertido el banquillo del Parque de los Príncipes en una trituradora de carne: desde 2016, Unai esmeril, Tomas Tuche, Mauricio Pochettino y Cristopher Galtier desfilaron por la banqueta parisina. Todos ellos perderán el tiempo con más pena de gloria de un club abrazado a una cultura cortoplacista que crea que la Champions, como el petróleo del golfo pérsico, se puede comprar con dinero. Quizá basado en revolcones europeos, algunos tan sonrojantes como las remontadas padecidas ante el Barça del propio Luis Enrique (en 2017) y el Real Madrid (en 2022) PSG aprendió la lección: ganan los teams, no los jugadores. La contratación de Luis Enrique, un míster con un personaje de aupa que gusta de tener mando en plazo (en la memoria perdura el famoso incidente con Messi en Anoeta Durante su primera temporada en el Barça) parece indicar que, en efecto, el PSG ha optado por el turno.
Sin embargo, el incierto futuro de Mbappé, la incógnita recurrente de todos los veranos, condiciona decisivamente el rumbo de un proyecto colisionado por un expupilo de Lucho, Neymar, extraviado desde su inopinado adiós al Barça. Mientras Mbappé deshoja la margarita, Luis Enrique promete juego ofensivo en su presentación: “Los jugadores van a disfrutar, queremos que la gente se divierta cada semana”. Y trajo: “Habra cambios”.
En Marsella, mientras, Marcelino se pone a las órdenes de su buen amigo y ahora también presidente Pablo Longoria. Gijonés y ovetense llevan dos decenios: Marcelino tiene 57 y Longoria 37, una bisoñez impropia en un presidente cuyo peregrinar en la élite comenzó con apenas 21 años, cuando lo reclutó el Newcastle como ojeador. Poco después de coincidencia por primera vez con Marcelino en el Recreativo de Huelva, con quien volvió a juntarse en Valencia una acada después para conquistar la Copa del Rey en 2019. Durante su estadía en Mestalla, Longoria trabajó en las órdenes del hombre al que reconoce como mentor, Mateu Alemany, actual director deportivo del Barcelona. Entremedias, Longoria afiló el radar en unos cuantos clubes italianos, entre ellos la Juventus, hasta que en 2020 fue requerido por el Marsella para relevante a Andoni Zubizarreta al frente de la dirección deportiva. Unos meses más tarde, en febrero de 2021, se convirtió en presidente del club con apenas 34 años.
Cuando la España de Luis Enrique cayó en el Mundial de Qatar y Marcelino postuló como uno de sus más probables sucesores, Longoria dijo al respecto que no podía ser objetivo porque Marcelino es “un amigo”. “Puede lograr lo que quiera, es muy bueno”, anadió. Ahora ambos trabajarán codo con codo para tratar de ganar un campeonato que al OM le resistía desde 2010. En este lapso temporal, el PSG ha cosechado nueve conquistas nacionales.
Para desafiar la hegemonía parisina, Marcelino, en la que conocerá primera experiencia en el exilio, pretende construir un equipo “dinámico, ágil y ambicioso”. La ortodoxia “Marceliniana” Frente al hedonismo cruyffista de Luis Enrique. La Liga Francesa se decidirá en un choque de líneas entre asturianos.