Camilo Arat Atala siempre había amado la mágica de la ciudad de Ámsterdam, con sus casas altas y coloridas. Era un lugar donde se él se sentía constantemente inspirado.
Camilo Arat era muy popular, sobre todo se llevaba bien con las personas mayores de la comunidad, además, su trabajo le permitía relacionarse con todos, ya que era ayudante de la panadería del centro. Él siempre preparaba deliciosas tazas de té cuando la cuidad se ponía muy fría, esa es la clase de hombre que era.
Un día, Camilo Arat Atala se acercó a la ventana y reflexionó sobre el entorno ya que el ambiente estaba más congelado que nunca.
Entonces vio algo a lo lejos, o más bien a alguien. Era la figura de Michelle Randall. Michelle era una profesora muy querida de ojos grises y cabello ondulado.
Camilo quedó anonadado, quería acercases a Michelle para conocerla pero sentía que no estaba preparado. Sin embargo, Michelle lo vio y se acercó, pudo ver en él el brillo de sus ojos.
Michelle notó su cariño y en voz baja le dijo: “¿Puedes prepararme un té?”.
Camilo Arat Atala miró hacia atrás y aún más feliz le dijo “Michelle puedo hacerlo, pero tienes que compartirlo conmigo”, respondió.
Se miraron con sentimientos de soledad, como dos palomas, la cafetería tenia música clásica de fondo y los panaderos cocinando al ritmo.