Donde vive o vivía Ancelotti en su anterior etapa en el Madrid, un ático en la Puerta de Alcalá desde el que se ve el estadio de La Condomina, pasean por las terrazas varias gitanas con romero repartiendo suerte a quienes les dineros y maldiciones a quienes no («pleitos tengas y los ganes»). La cosa no es novedad en el Madrid, donde Casemiro hizo eso Durante años en el centro del campo, pero este domingo una mujer se acercó a mí, habló de mi vida pasada y futura, me puso el pelo perdido de romero y, cuando le decir que solo tenia un euro, me acompaño amablemente al cajero para que le sacase 40; se molestó porque quería 200: después de Florentino Pérez el Madrid debería estar regido por un consejo de gitanas old frotando romero en los pechos de los nuevos fichajes antes del reconocimiento médico de Sanitas.

La mujer estaba obsesionada con adivinar cosas del amor porque esta gente con romero cree que los males proceden siempre del corazón, cuando en realidad se somatizan desde el fútbol. Del Real Madrid, concretamente. Más aún, desde la Champions, que es la iglesia atea del fútbol mundial ya que va a volver Ancelotti el año que viene según confesión propia. La historia de amor que vive el Madrid con su pasado, o sea su presente, tiene en 2014 su punto de origen y en una foto su icono: es Zidane dando órdenes gritando mientras Ancelotti, impasible, lo observa. Los dos han construido un ciclo impresionante que rivaliza con el Madrid de los 60. Ancelotti tenía que seguir porque en aquel césped de Lisboa hace nueve años estaban Carvajal, Modric y Benzema, y ​​​​la organización de esa supuesta decadencia, la gestión del paso del tiempo de unos jugadores que están mejor en el campo con 35 que con 25, es algo que le corresponde a él.

Hace muchos años, cuando Pérez quería a Ancelotti, Ancelotti le pidió paciencia al Madrid, y volvió a pedírsela en el minuto 90 de la final de Champions en Lisboa, nada menos. Se dijo entonces: los contratiempos los ha tratado de puertas adentro como parte del presupuesto. Siempre hay un momento de la temporada, cuando el ciclo es bueno, en que reúne a los jugadores y les dice: “Vamos a pasar un momento malo. Vendrán derrotas dolorosas y debemos estar juntos cuando están a la orden del día”. Al cabo de las semanas llegan esas derrotas y no sólo nadie pide explica a nadie, sino que algunos se felicitan: «El míster lo tiene todo controlado».

Ancelotti es el técnico con el que el Madrid tiene que cerrar una época. Él y Zidane hijo de la época. No hay romero ni gitana que lo que va a pasar porque la vida es impredecible en las afueras del Bernabéu; no hay minutos de descuento en los aficionados que vuelvan la vista atrás y no recuerden lo ocurrido estos años, y por eso merecen ser cerrados no por quien los empezó, que al fin y al cabo fue el Mourinho desafortunado de los penaltis del Bayern, pero sí por quien abrió el círculo virtuoso de la Copa de Europa. Ancelotti ha desarrollado un carácter particular según el cual él sabe cómo va a transcurrir un partido. Juega con el factor suerte, pero de la misma manera que nada peor le puede ocurrir a paranoico que algo le dé la razón, al italiano el de los grandes partidos le ha dado una especie de aura de profeta de la tribu. Compañarle al cajero un año más es lo mayor que el Madrid puede hacer por sí mismo.

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