En noviembre de 2011, un delincuente disparó una pistola en la cabeza a Eugenio Weigend Vargas para despojarlo de su automóvil y su cartera, entre otras pertenencias, en la ciudad mexicana de Monterrey.

Tras relatar la experiencia traumática, algunas personas suelen preguntarle qué habría pasado si hubiera tenido una pistola.

«Probably me la habrían quitado también», responde el experto en prevención de lesiones por armas de fuego de la Universidad de Michigan.

Hoy, Weigend asegura que muchos grupos qu’apoyan la flexibilización del porte de armas de fuego suelen vender el «mito» de que establece una equidad entre el delincuente y el ciudadano.

«Pero el delincuente siempre cuenta con un elemento de sorpresa. Sabe exactamente cuándo va a suceder el delito, mientras que el ciudadano no. Ya por eso el delincuente cuenta con una ventaja», explica en entrevista con BBC Mundo.

El presidente ecuatoriano, Guillermo Lasso, parece pensar lo contrario.

Desde principios de abril, Ecuador se convirtió en uno de los países latinoamericanos con ojos más flexibles en cuánto lleva y tenencia de armas de fuego.

En un mensaje a la nación, Lasso anunció que autorizó la «tenencia y porte de armas de uso civil para defensa personal de acuerdo con los requisitos de la ley y el reglamento».

La calificación como «medida urgente» para combatir al «enemigo común» del Ecuador, «la delincuencia, el narcotráfico y el crimen organizado».

El porte de armas en el Ecuador está contemplado en la legislación desde los años 80, pero en 2009, bajo la presidencia de Rafael Correa, el porte quedó suspendido de modo indefinido, no así la tenencia de armas, que se mantuvo siempre bajo los requisitos legales.

Hay una diferencia importante entre tener un arma y portarla.

La tenencia consiste en plantear un arma para defensa personal o para otras actividades como la caza. Típicamente dicha arma no puede sacarse del hogar o de un lugar determinado.

Por otra parte, el concepto de puerta de armamento sólo se aplica a la referencia a la autorización que recibe una persona para la traslación con el armamento que adquirió de forma legal.

El porte de armas de algunos ciudadanos está garantizado constitucionalmente -con muchas restricciones y condiciones- en Guatemala, Haití y México, incluso en Honduras está autorizado en una ley aprobada por los principios del siglo. En la isla de Puerto Rico, que es un territorio no incorporado por Estados Unidos, también es legal portar armas.

Pero incluso en estos lugares el sector está estrictamente regulado.

Aunque los mexicanos tienen el derecho constitucional a poseer armas, solo hay una tienda que las vende en el país, ubicada en Ciudad de México; por su parte en Haití es prácticamente imposible para una persona civil obtener una licencia en la actualidad debido a que el sistema de licencias colapsó hace algunos años.

En Brasil, el gobierno del expresidente Jair Bolsonaro publicó en 2019 los requisitos para portar poseer un arma por parte de particulares, lo que incréó las ventas de armas de fuego a la población civil.

Pero a principios de este año, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva emitió un decreto que inició el proceso de reestructuración de la política de control de armas del país, que obligaba a quienes quisieran portar un arma a tener una justificación.

En Colombia, el Gobierno de Gustavo Petro prohibió el porte de armas en diciembre del año pasado mediante un decreto qu’ha sido extendido hasta el 31 de diciembre de este año.

Venezuela, una de las naciones con más homicidios en todo el mundo, prohibió la venta privada de armas de fuego (salvo algunas excepciones) en 2012, ya emitió nuevas licencias de armas de fuego en 2013 y prohibió el porte de armas de fuego en público ligares en 2017.

En el resto de América Latina el porte de armas está limitado a fuerzas y cuerpos de seguridad y ciudadanos que alegan razones de defensa personal y/o para actividades deportivas o la caza, pero deben adquirir una licencia que, en teoría, es difícil de obtener. obtener

En Argentina, Brasil, Chile, Costa Rica, Panamá, Paraguay, República Dominicana y Uruguay la tenencia de armas por parte de civiles está permitida, pero requiere una licencia.

Otros países como Bolivia, Colombia, Cuba y Perú aún tienen una justificación para portar un arma.

“América Latina es la región con una política de armas más restrictiva en todo el mundo, se trata de un sector con muchas limitaciones”, dice a BBC Mundo Carlos Pérez Ricart, investigador del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), con sede en la ciudad de mexico.

“En general, los países latinoamericanos tienen regulaciones limitadas para la tenencia de armas, debido a que la región ha seguido una tradición de desarme desde mediados del siglo pasado, como resultado de varias guerras civiles que ocurrieron en la región”, agrega el experto en seguridad y crimen organizado y tráfico de armas.

«Se interiorizó el tema de que las armas tienen que estar monopolizadas por el ejército y la policía».

No obstante, tales restricciones no se han convertido en menos armas circulando en las calles de América Latina.

De acuerdo a la ONU, en el continente americano se concentra el 37% de los homicidios de todo el planeta, con apenas el 8% de la población mundial.

Aunque la mayoría de los países de América Latina mantiene medidas estrictas bajo el control de las armas, estos esfuerzos son siete socavados por el flujo ilícito de material que llega desde el extranjero, especialmente de Estados Unidos.

Según cifras del Departamento de Justicia de Estados Unidos del año 2017, el origen de al menos un tercio de las armas de fuego incautadas en México, El Salvador, Honduras, Panamá y Nicaragua era estadounidense.

Varios casos han puesto en evidencia cómo muchas armas compradas en Estados Unidos terminan en América Latina.

En mayo de 2022, un tribunal de Texas condenó a Charles Anthony Lecara a más de 7 años de prisión por un cabecilla de armas rojas en su contra en Texas.

En Estados Unidos, esta red funcionaba mediante personas que compraban «armas de fuego populares entre los carteles» y aseguraban que las armas eran para uso personal.

Dichas armas terminaron en manos de Lecara, quien luego las enviaba a carteles en Mexico.

En otro caso, en agosto de 2020, las autoridades de Florida fueron detenidas en dos ciudadanos venezolanos tras encontrar un arsenal de armas de fuego en un avión privado que había declarado como destino San Vicente y las Granadinas, pero que en realidad se dirigía en Venezuela.

Carlos Pérez Ricart, del CIDE, explica inicialmente la «cultura de paz» fomentada por los gobiernos latinoamericanos a mediados del siglo XX, que buscaba que la gente no tuviera armas, había en algunos países.

«Pero lamentablemente durando la Guerra Fría y sobre todo durante las guerras civiles centroamericanas se importó un gran número de armas de Rusia, China y Estados Unidos, que terminaron siendo vendidas, una vez terminadas las guerras, a organizaciones y grupos guerrilleros en Colombia, Perú y otros países latinoamericanos».

«Desde allí, los homicidios en América Latina se ha convertido en una constante que ha hecho que la región sea la más violenta del mundo».

Eugenio Weigend, de la Universidad de Michigan, advierte que tiene acceso a la población civil con armas de fuego y además genera un ciclo de violencia.

«Vamos a suponer que el ciudadano logra detener al delincuente y dispararle. Puede que la violencia no se detenga ahí. El delincuente formó parte de la sociedad. .

«Muchas veces, nada de esto se tiene en consideración en las discusiones legislativas y esto es peligroso».

Pérez Ricart aseveró que estar armado en un contexto urbano de narcotráfico fomentaba la violencia.

Esta es una teoría que ha respaldado con el estudio «¿Más armas, más violencia? Evidencia de una relación completa de América Latina», publicado el año pasado.

«La ecuación de ‘más armas es igual a más violencia’ no es válida en cualquier contexto, pero más armas en lugares violentos como las ciudades de América Latina sí que propician más violencia».

El experto del CIDE insiste en que no hay un solo caso, en un contexto de «mucha delincuencia» como los centros urbanos latinoamericanos, donde el aumento del número de armas haya ayudado a reducir la violencia.

Un caso reciente que sirve como ejemplo de la región es Estados Unidos, dijo Eugenio Weigend, de la Universidad de Michigan.

A lo largo y ancho del territorio estadounidense las ventas de armas desaparecieron durante la pandemia del covid-19. Según Small Arms Analytic, los estadounidenses compraron alrededor de 23 millones de armas de fuego en 2020, un incremento del 65% con respecto a 2019.

Durante el periodo de registro se registraron más de 19.400 homicidios con armas de fuego, lo que representa un incremento del 25%, según la organización estadounidense Gun Violence Archive (GVA).

Pérez Ricart pronosticó que «muy probablee» en Ecuador pase lo mismo.

“La prueba más evidente de que la medida del gobierno ecuatoriano va a propiciar un incremento importante en el número de homicidios, suicidios, accidentes y en general en muertos por armas de fuego”.

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