En 2021, la emoción estaba en su apogeo en torno a los proyectos de granjas urbanas. Las nuevas empresas florecieron en Francia y Europa, regadas por una avalancha de capital. Dos años después, el panorama ha cambiado mucho. Los inversores sacaron la alfombra de debajo de las plántulas, cortadas antes de que alcanzaran la madurez.
A finales de junio, fue el turno de Agripolis de ser puesta en liquidación forzosa con continuación de actividad. Una caída que se produjo tras las de Agricool y Sous les fraises, en 2022. En cuanto a la pionera alemana Infarm, se limitó a trazar una línea debajo de cuatro establecimientos internacionales, incluido Francia. Sin olvidar a Jungle, en busca de financiación, que espera completar una nueva ronda de financiación, en junio, y tuvo que aplazar el plazo hasta final de año.
“La situación es particularmente compleja para las fincas urbanas, algunas se están parando, otras están cuestionando su modelo. El período no es muy rápido para este ecosistema”, analiza Matthieu Vincent, de la firma de investigación DigitalFoodLab. Cabe señalar que el término “granjas urbanas” abarca varios enfoques. Ya sea el establecimiento de cultivos en los techos de edificios, empresas, incluso en sótanos -un enfoque calificado como agricultura urbana- o la instalación de granjas verticales, desde el modelo pequeño hasta la fábrica gigante, garantía de producción en un ambiente controlado con un sustrato muy tecnológico.
“Inversores exigiendo rentabilidad”
El modelo de granja vertical es el más exigente financieramente, debido a la inversión necesaria en equipos sofisticados. Así, Infarm había levantado 200 millones de dólares (178 millones de euros) en 2021, tras una ronda de financiación previa de 170 millones de dólares, un año antes. El reto: desarrollarse internacionalmente.
Agricool, cuyos ingenieros habían diseñado un proceso para producir fresas en contenedores equipados e iluminados por LEDs, había recaudado, por su parte, 35 millones de euros. Guillaume Fourdinier, hijo fundador, soñaba entonces con reconstruir el cinturón de huertas alrededor de París.
Jungle, con sus 42 millones de euros en el bolsillo, ha integrado una granja vertical gigante en Château-Thierry (Aisne), en un antiguo almacén de William Saurin, para producir albahaca, perejil o rúcula, pero también plantas para perfumería.
“En 2020-2021 los inversores favorecían proyectos de rápido crecimiento, ahora exigen rentabilidad”, enfatiza el Sr. Vincent. Un vuelco muy desestabilizador, sobre todo porque estas empresas han sufrido, en rápida sucesión, los vaivenes vinculados al Covid-19, y luego la repentina subida del precio de la energía. Sin mencionar que los modelos tuvieron que ser inventados. “En la agricultura urbana, todos somos diferentes. Tenemos la impresión de despejar una profesión que no existe”, testifica Amela du Bessey, cofundadora de BienElevées, una empresa emergente que produce azafrán en azoteas.
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