LA OPINIÓN DEL “MUNDO” – NO SE LO PIERDA

Con sus caminos junto a los acantilados y sus contrafuertes de arenisca, Finisterre suele ser el escenario de películas de cine negro. En este paisaje áspero y cortante, un desafortunado accidente ocurrió rápidamente. Los automovilistas nunca están a salvo de una fuerte caída contra la roca. Carrocería destrozada golpeada por olas gigantes que dejan pocas posibilidades de escape. Conociendo sus clásicos -los vertiginosos caminos vistos con Claude Chabrol- Jonathan Barré, desde el pequeño puerto de Douarnenez, filmó el acertadamente llamado Buena conducta, su tercera película con el dúo cómico The Palmashow.

Bienvenido a un centro de seguridad vial para personas captadas por cámaras de velocidad que no usan el cinturón de seguridad. Pauline (Laure Calamy, recién llegada al grupo de chicos) anima una etapa de recuperación de puntos de carnet. Concienzuda, no hace diferencia entre los dueños de Aston Martin y los conductores de Renault Clio, las eternas cabezas en el aire y la gente empapada en alcohol. Pero, cuando llega la noche, se improvisa como vigilante para vengar la memoria de su compañero, asesinado en el camino. Ella toma su auto, se pone una capucha de lana con dos agujeros para los ojos y se convierte en una «asesina en serie» de deslizadores considerados irrecuperables.

Lee el retrato (en “M”, en 2020): Artículo reservado para nuestros suscriptores Laure Calamy, actriz emancipada

lo que parece un película de venganza doblada como una parodia de una película de superheroínas resulta ser una comedia de detectives. El capitán Giordano (Grégoire Ludig), recién llegado de su sur natal, y su superior jerárquico (David Marsais), que cree saberlo todo sobre la región, se embarcan en la estela de fatales colisiones. Este dúo de estrellas brilla con un sentido de observación falible y razonamiento patafísico.

Sobre el principio de Colón, el espectador conoce a la culpable y su manera de construir sus crímenes. La pregunta es cómo el Miami Vice de Finistère logrará desenmascararlo. Pero, a diferencia de la serie americana, toda la sal de la película reside en el pisoteo de la investigación. Más precisamente, está retrocediendo. Jonathan Barré necesita un rigor inquebrantable para escenificar a los dos policías de tal manera que se pierden por completo todas las pistas que ve el público. Hay un gusto por los detalles regresivos, como las decenas de fotografías de la compañera de Pauline pegadas por todas partes en su casa como imanes de recuerdo.

Escape de la procrastinación

Estos momentos alegres de comedia recuerdan el humor escolar que hizo famoso el Palmashow en Internet. El dúo una referencia habitual desde los banquillos del colegio: El mundo de Wayne, con Mike Myers, dos chicos algo adolescentes que hacían un programa de televisión en su sótano. Oscilando entre la serie B y el engaño, la película invita a muchas referencias cinéfilas a las carreteras departamentales bretonas. En un registro cercano a Quentin Dupieux, encontramos Pájaros de Hitchcock, Los sospechosos de siempre por Bryan Singer Siete de David Fincher… Incluso el perro Buktus rinde homenaje al bullmastiff de Rocoso.

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