En 1976, en el Musée de l'Homme de París, académicos, periodistas y políticos junto al lecho de la momia de Ramsés II, que había salido de Egipto para beneficiarse de un tratamiento contra los hongos.

Son diplomáticos experimentados. Solo piénsalo: ¡tienen más de 3.000 años! Las momias egipcias han sido, desde que fueron sacadas desde la eternidad de sus tumbas, eficaces embajadoras de la política exterior de El Cairo. Incluso si están demasiado cansados ​​para viajar físicamente, su espíritu, su misterio, los hechizos encerrados en sus sarcófagos, contenidos en el oro de sus joyas, atraen a multitudes fascinadas en todo el mundo, y en particular en Francia.

La exposición “Ramsés y el oro de los faraones”, que se inaugura el 7 de abril en la Grande Halle de La Villette de París, no es una excepción. Mostafa Waziry, el secretario general del Consejo Supremo de Antigüedades de Egipto, una posición considerable y altamente estratégica, lo dice sin rodeos en el folleto de presentación: “El Egipto moderno se enorgullece de compartir su historia. » Y no descontento de beneficiarse de ello, se podría añadir. Particularmente turística, ya que los millones de visitantes son uno de los pulmones económicos del país.

No es casualidad que Khaled El-Enany, primer ministro de antigüedades entre 2016 y 2019, se convirtiera en ministro de turismo. Pero este egiptólogo francófono y francófilo, que estudió en la Universidad de Montpellier, también puede ser considerado, con razón, un viceministro de Asuntos Exteriores no oficial. Porque, desde su acceso al poder en 2014, el presidente Abdel Fattah Al-Sissi ha utilizado a su vez a sus venerables emisarios, todos envueltos en magnetismo, para promover los intereses nacionales.

Hacer que la gente olvide el régimen autoritario de Al-Sissi

Tras el desfile triunfal de Tutankamón organizado en 2019, la exposición «Ramsés», pilotada por World Heritage Exhibitions, empresa privada estadounidense encargada de organizar su gira mundial, pretende vender la nueva era de estabilidad del país, tras la revolución egipcia de 2011, y hacer que la gente olvide los logros en materia de derechos humanos del régimen autoritario del Mariscal Al-Sissi. Y si, esta vez, Francia será la única en acoger el féretro de Ramsés, este privilegio se debe en gran medida a las excelentes relaciones diplomáticas entre Francia y Egipto.

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La egiptomanía, por tanto, como medio de poder blando. Esto ha estado sucediendo durante dos siglos. Dentro La gran aventura de la egiptología (Perrin, 2019), el ex periodista de Mundo Robert Solé recorre este largo pasado. «Egipto siempre ha sabido aprovechar su patrimonio único e incomparable», explica el especialista. Así fue como, justo después de las campañas de Bonaparte y el desciframiento de los jeroglíficos por Jean-François Champollion, en 1822, las antigüedades egipcias comenzaron a viajar. A veces sin retorno.

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