Una mujer letárgica es arrastrada de su cama de hospital por un hombre que la coloca con cuidado en un taburete de fórmica. Se le cuenta la historia de Barba Azul cuya última esposa fue muy feliz hasta el día en que entró en la habitación prohibida. Su nombre ? Melisanda. Tan blanca como la prenda que lleva puesta, la dañada toma color mientras escucha este morboso relato acompañada con delicadeza por un violonchelista que ha venido a tocar, de pie a su lado. De vez en cuando, alcanza el instrumento, lo coloca en el puente o en las cuerdas, como para aferrarse a la música, para extraer de ella energía vital.

Este es el prólogo del espectáculo, Melisandaen el Théâtre des Bouffes du Nord de París hasta el 19 de marzo. «Según la ópera Pelléas y Mélisande de Maurice Maeterlink y Claude Debussy”, nos dice el cartel, entendiendo así que la obra de referencia será tratada con cierto grado de libertad. Pronto lo sabremos. Incluso antes de que el telón (al fondo del escenario, brillante y dorado como un colgante de circo) se levante por efecto de una tormenta artificial y el escenario sea barrido por hojas muertas a ráfagas, los personajes presentes nos parecen muy alejados de sus modelos. .

Entre el aturdimiento y la histeria

Vestido y calzado como un campesino que empuña un rifle (los trofeos de caza, ciervos o venados, son numerosos), Golaud es ciertamente “un hombre como los demás” (de acuerdo con el libreto de la ópera) pero mantiene lo ordinario en exceso, en el registro de alguien que no entiende lo que sucede a su alrededor. Cae sobre una desconocida Mélisande que navega entre el estupor y la histeria, pronto le ofrece una alianza y no ve venir el idilio que enloquecerá con el joven Pelléas, su medio hermano y su contrario de todo el camino.

Línea vocal, en particular, ya que Pelléas (Benoît Rameau) asume el papel de un cantante de ópera mientras que Golaud (Jean-Yves Ruf) sólo se expresa como actor. Motor híbrido de esta experiencia de teatro musical, Mélisande (Judith Chemla) utiliza la palabra hablada o el canto según el paisaje afectivo que atraviesa. La idea no es ajena al deseo de Debussy de hacer cantar a los protagonistas de su ópera como «personas naturales». Paradójicamente, a pesar de la buena interpretación de Benoît Rameau (tenor de timbre sedoso), es en el terreno instrumental y no vocal donde el vínculo con la ópera creada en 1902 parece más tangible.

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