El ejército israelí sigue tomando como blanco hospitales de Gaza, unos centros que por su carácter civil y sanitario son considerados intocables por las leyes que ponen límites a las guerras: el derecho internacional humanitario. Tanques israelíes rodeaban este lunes el hospital Indonesio, en el norte de la Franja, donde francotiradores apostados en sus cercanías disparaban a cualquiera que se aventurara a abandonar unas instalaciones que albergan a 700 personas, según la cadena catarí Al Jazeera. Al menos 12 de ellas han muerto en bombardeos con artillería pesada contra ese complejo médico, de acuerdo con las autoridades de la Franja, gobernada por Hamás. Otro sanatorio del norte de Gaza, el Al Awda, también está rodeado por las fuerzas israelíes, según la agencia palestina de noticias Wafa. Mientras, de forma paralela, Israel está redoblando sus esfuerzos para demostrar que estos centros médicos albergan infraestructura de Hamás, lo que podría eximirle de la comisión del crimen de guerra que constituye atacar objetivos civiles.

El hospital Indonesio se alza en Beit Lahia, a las afueras del mayor campo de refugiados gazatí, el de Yabalia —una de las áreas donde el ejército israelí ha anunciado que extenderá su ofensiva militar—. El cerco al complejo médico se ha producido sin previo aviso, han relatado varios de sus trabajadores a Al Jazeera. Este personal ha descrito daños en su quirófano principal y el corte total de la electricidad, debido a un ataque israelí contra el generador. De los 35 hospitales con los que contaba la Franja antes de la guerra, solo cuatro siguen funcionando, de acuerdo con el Ministerio de Sanidad de Gaza. El único que sigue abierto, según esa fuente, en la región septentrional es el Al Ahli, cuyo personal de urgencias denunció el sábado que los militares israelíes lo rodeaban desde hacía tres días. La ONU calcula, por su parte, en nueve los sanatorios que aún funcionan a duras penas.

Con los tanques a las puertas del hospital Indonesio, Ashraf Al Qidreh, portavoz del Ministerio de Salud de Gaza, ha expresado a la agencia France Presse su temor de que, en esta ocasión, se repita “lo mismo que sucedió en Al Shifa”. Se refería al asedio que comenzó el miércoles del mayor hospital del territorio palestino, del que miles de personas fueron desalojadas el sábado por el ejército israelí. Una misión de la Organización Mundial de la Salud (OMS), autorizada a penetrar ese mismo día en el hospital durante una hora, lo describió como una “zona de muerte” y constató el rastro dejado por las explosiones y los disparos.

El ejército de Israel justificó su ataque contra Al Shifa con el argumento de que su subsuelo albergaba un centro de mando de Hamás, una acusación análoga a la que dirige ahora contra el hospital Indonesio, del que asegura es a su vez utilizado por el movimiento fundamentalista con fines militares. El estamento castrense israelí defiende que debajo de sus quirófanos hay una red de túneles subterráneos de Hamás, un extremo negado por la organización que gestiona el hospital, el Comité Médico de Rescate de Emergencia y por Indonesia, que lo financia. La ministra de Asuntos Exteriores de ese país, Retno Marsudi, ha descrito el asedio al hospital como una “clara violación del derecho internacional humanitario”.

Sin pruebas concluyentes

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Al día siguiente de desalojar Al Shifa, el ejército israelí divulgó un vídeo en el que se observa lo que un comunicado militar define como un “túnel terrorista fortificado descubierto bajo el complejo hospitalario”. En esas imágenes poco nítidas no se aprecia nada que permita relacionar el subterráneo con Hamás. Tampoco es concluyente otra grabación en la que se ve a dos de los 240 secuestrados el 7 de octubre por Hamás en Israel siendo introducidos en el complejo hospitalario, uno de ellos herido en una camilla.

Esos vídeos, las imágenes de armas dispuestas en una mesa, o incluso de un simple ordenador con una pila de CD al lado, se dirigen a demostrar que Al Shifa se usaba con fines militares. Si el ejército israelí lo lograra, el hospital podría perder la condición de objetivo civil con protección reforzada que el derecho internacional humanitario concede a los centros sanitarios. Ello eximiría a Israel de la comisión de varios de los crímenes de guerra recogidos en las Convenciones de Ginebra de 1949 y sus protocolos adicionales de 1977.

Hasta ahora ese objetivo no se ha alcanzado. Israel no ha logrado justificar el adjetivo de “quirúrgica” que atribuye a su guerra en Gaza ni sus ataques a hospitales y escuelas donde se refugian cientos de miles de desplazados. Al menos 13.000 personas, entre ellas 5.500 niños, según el Gobierno de Hamás en Gaza, han perecido en seis semanas de contienda bajo las bombas y los escombros.

Por el contrario, la cantidad de imágenes y testimonios que documentan ataques a inocentes como menores de corta edad es abrumadora. Fotografías como las de los 31 prematuros evacuados del hospital Al Shifa a Rafah —28 de ellos ya están en Egipto— gravemente enfermos después de pasar varios días fuera de las incubadoras, asestan un duro golpe a la versión oficial de Israel. Este lunes, el secretario general de la ONU, António Guterres, ha declarado que la matanza de niños en Gaza desde que comenzó la guerra entre Israel y Hamás “no tiene precedentes” en ningún conflicto desde que asumió su cargo, en 2017. Guterres respondía así a una pregunta sobre si los ataques del fin de semana a dos escuelas de la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA), en los que murieron decenas de desplazados, constituyen crímenes de guerra.

Las fotografías de esos lactantes acurrucados juntos en una cama, y declaraciones como la del secretario general de la ONU comprometen la postura de Israel frente a la comunidad internacional. Incluso de cara a su adalid, Estados Unidos, cuyo apoyo ha adquirido matices apenas perceptibles y solo en relación con la entrada de ayuda humanitaria y el rechazo de Washington a avalar una ocupación israelí permanente de Gaza.

Pese a esa censura homeopática, el respaldo de EE UU a Israel sigue siendo férreo, incluso respecto a la única cuestión interna que pone en apuros inmediatos al Gobierno de Benjamín Netanyahu: la suerte de los 240 rehenes en manos de Hamás. Este lunes, el presidente Joe Biden formuló su esperanza de que Israel concluya el pacto con Hamás para liberarlos para el que ha estado mediando Qatar, el país que ha financiado durante años al movimiento fundamentalista. “Creo que pronto se alcanzará un acuerdo sobre la liberación de rehenes en Gaza”, ha dicho Biden. Ese compromiso relajaría la presión interna que sufre el Gobierno de Netanyahu, cuestionado por las familias de estos cautivos, que le reprochan su indiferencia hacia los rehenes. El Gobierno israelí está además dividido entre los partidarios de expandir la ofensiva para que Hamás rebaje sus pretensiones y quienes temen desperdiciar la oportunidad y que otros rehenes mueran en los bombardeos, según el diario Haaretz. Consistiría en la liberación de entre 50 y 70 madres y niños, a cambio de entre tres y cinco días de pausa humanitaria, y la excarcelación de 150 menores y mujeres palestinos.

Por su parte, el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, visitará este jueves 23 de noviembre Israel y Palestina para reunirse con Netanyahu, y con el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, según fuentes de la Secretaría de Estado de Comunicación.

Un hospital jordano

Este lunes, por primera vez desde el inicio de la contienda, un hospital de campaña ha sido autorizado a entrar en la Franja por Rafah, ha informado Mohammed Zaqout, director general de hospitales en Gaza, citado por Reuters. Zaqout ha dicho que el hospital de campaña, enviado por Jordania, se instalará en la ciudad meridional de Jan Yunis. En Gaza hay no menos de 30.000 heridos, según el Ministerio de Sanidad gazatí. Muchos, de gravedad.

Mientras, a primera hora de este lunes, otras 14 personas han engrosado esas cifras de muertos que ya no tienen muchos precedentes. Seis semanas de guerra en Gaza han matado a más personas —13.000— que las alrededor de 12.000 que fallecieron en los cuatro años que duró el asedio de Sarajevo, entre 1992 y 1996. Esos 14 nuevos nombres de víctimas de bombardeos israelíes han perecido en un ataque aéreo contra un edificio residencial en Rafah, en el sur.

Doaa Ulyan, de 33 años, estaba junto con sus dos hijos, de ocho y 10, respectivamente, cuando los cristales del refugio en el que trata de hallar seguridad, estallaron por los aires este lunes por la mañana a causa de ese bombardeo, explica por WhatsApp desde Rafah. “No pude salir fuera a mirar. Mis hijos estaban llorando, aterrorizados por el estruendo. Además, ya no puedo soportar más ver las escenas que vemos aquí”.

Ulyan solo quiere, explica, “escapar de Gaza”. Tiene un visado legal para España, donde vive toda su familia, pero sus hijos y su marido, no, y el Consulado de España en Jerusalén le ha dicho que no puede ayudarla. “Solo quiero que me ayuden a cruzar la frontera con mis hijos. A veces, tardamos dos días en encontrar algo de pan para los niños. Nadie sabe lo que es el terror que pasamos y que tus niños lloren de hambre y no tener comida para darles. Esto no es vida”, dice entre lágrimas. Luego cuenta que ya no tiene casa a la que volver. Un bombardeo israelí en Ciudad de Gaza la arrasó completamente.

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